Trova de Cabrales

 

Vamos al lugar de Arenas,
ciudadela del consejo,
aquí de medio espolón
hay tres o cuatro galluelos,
aunque ellos están creídos
que son de espolón entero,
y como vengo de arriba,
al primero que me encuentro
es a Don José de Mier,
que llaman mozo moreno,
pajarón de la Papera,
chiflón de tragos ajenos,
que siempre vive de gorra
como pueda componerlo,
el año que ha sido juez,
engordó como un tudesco,
arrancó valientes reales,
pero poco le lucieron.

Miserable cual ninguno,
es ruin sin compañeros,
siempre se brinda a escribir,
si ve la bota primero,
gran autor de peticiones
y revolvedor de pleitos,
y si se ofrece un escote
él ha de ser el primero
a mamar, porque al pagar
procura librar el cuerpo,
en la casa de las Angustias
vive el pobre caballero,
mientras compone la suya,
que es cierto que viene al pelo,
el angustiado inquilino
con el nombre de discreto.

Mas como no son gallinas,
los vecinos de este pueblo
no se dejan gallar de él,
ni atienden a su respeto,
ni hacen caso de los ricos
más que el oso de los perros,
porque son unos jayanes,
antiguallos, filisteos,
que guardan sus antiguallas
más que los diez mandamientos.

Las correonas rastrando,
y los calzones abiertos,
palo corvo y zurrón,
y con estos aderezos
se presentan donde quiera,
con muchísimo jaleo,
con desahogo y sin miedo
con su pelo y con su lana
tendido sobre el pescuezo,
que para desenredarlo
diez garabatos de hierro
dudo si serán bastantes.

Y tocando a su gobierno
no hacen caso de señores,
de amenazas ni de ruegos,
ni tampoco han de dejar,
aunque bajara San Pedro,
la fiesta del Caballín,
la zumba, zambra y bureo,
magdalenas, comistrajos,
gaitas gallegas y panderos,
sin hacer caso de frailes,
de amenazas ni de ruegos.

En la fiesta de San Juan
se ha de observar sin remedio
que en este día entre cuatro
suelen matar un carnero,
y traer alguna azumbre de vino
por si acaso algún grosero
se les mete por la puerta,
que en llamar no echan tiempo,
ellos tampoco se ofenden,
que son nobles hasta en eso.
Ese día por la tarde
vienen con todo respecto
a la ermita de San Juan
las nietas del majadero
Sancho García de Arenas,
incógnito caballero,
que nunca ha visto ni oído
fe de vivos ni de muertos,
que dicen que se volvió,
desde las puertas del cielo,
por no dejar acá fuera
el vesturiote y los enredos,
cuyas correas aún
no habían salido del pueblo,
y con todo eso ha de ser
un principal caballero,
se presentan a bailar
con muchísimo deseo
con aquellas albarconas
que van pariendo soletos,
cintayos, bolsones y cabos,
y cuando dan un voleo
largan un olor a orín
que da apetito a un cuerno,
remedio contra lujuria
es su donaire y aseo.

Vamos ahora al tío Villar,
a Dios gracias ya me alegro,
cuyo vicio es preguntar
a los pobres de los Puertos
que vienen de la Marina
con el juelle tras los cuernos
¿A cómo vale el maíz?
Si le dicen bajo precio...
Ja, ja, ja, dice : A Dios gracias,
yo a ese precio no lo vendo,
en fin éste en nada piensa,
sino es en aumentar su talego,
para que triunfen mañana
con ello sus herederos.

Seguiré con Don Juan Antonio
Mestas Cossío y Mogrovejo,
gallito astuto y mañoso,
muy atento a su provecho,
tanto que con sus comuñas
va infeccionando el consejo,
que ha de costarle algún día
otro riguroso pleito.

También sabe hacer embudos,
cuando va al ayuntamiento,
el día que dan de varas,
está ya tan diestro en eso
que hace juez a gusto suyo,
sea en concordia o en sorteo,
y todos los demás cargos
a su arbitrio va poniendo,
algunos conozco yo que
han sido jueces a dedo.

Pero dejando esto aparte,
es muy prudente y atento,
amigo de sus amigos,
cortés, advertido y cuerdo,
hombre de bien en su casa,
y en la ajena no es molesto,
ha sido afable y honrado,
hombre de bien por entero,
amigo de hacer favores,
pues, como dice el proverbio,
tanto tienes, tanto vales,
y así es ni más ni menos.
En fin, tiene muchos medios,
que es lo más y lo mejor.

Ahora viene el mejor gallo,
mañoso, prudente y cuerdo ;
que si tuviera espolones
y treinta años menos,
a todos gallaría.
Pero el pobre está ya viejo,
medio ciego y alcanzado,
que es su mayor sentimiento.

Ha sido amable y honrado
hombre de bien por entero
sabe bien lo que pierde,
sabía gallar con acierto,
sabe repartir de modo
que todos queden contentos.
Hacerse supo un lugar,
entre propios y extraños,
granjeó sin ser mayorazgo
honra, estimación y crédito,
éste es Don Fernando Antonio
de Mestas Cossío,
aunque nombrado supuesto,
porque lo dicho bastará
para saber que es él mismo
al que me vengo refiriendo.

Más arriba de su casa,
pegado pared por medio,
se nos va proporcionando
otro nuevo caballero,
que lo estiman los señores
porque le huelen dinero.
Por delante es Don Antonio
y por detrás Antonio Prieto,
como es todavía pito
recién salido del huevo,
no le han salido espolones,
ya le saldrán con el tiempo.
Al fin tuvo habilidad
de casar en Mogrovejo.

En la Gran Torre de Mestas
vive un ilustre pigmeo,
gigante en tierra de enanos
y alacrán de todos ellos,
que lo traen por deporte
en las fiestas y bureos.
Su tío le llama Esquilo y
tiene otro apodo que no cuento,
él no es carne ni pescado,
pero es pulga por lo menos.
Esta no puede gallar,
que es gallo de poco pelo,
y todos pueden con él
y no le guardan respeto.
Ahora por ser coadjutor
de su tío el estanquero
le miran medio así,
ni muy tuerto ni derecho.



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