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Manuel Niembro de la Concha en El Oriente de Asturias del 20 de enero 1895, nº 503.

DESDE CABRALES


La menuda lluvia, que cayó estos últimos días, y el pequeño calor que prestaba un sol macilento, cual si saliera de una larga enfermedad, que nos visitó durante algunas horas, fueron deshaciendo paulatinamente gran parte de la espesa capa de nieve que nos envolvía.

La noche del sábado, el ronco zumbido de un viento huracanado de S.O., el incesante golpear de las puertas y ventanas mal cerradas y el sonido que producen los cristales al quebrarse despertaron súbitamente a los que, muy descuidados, nos hallábamos en brazos de Morfeo. Amaneció el nuevo día: el dios Eolo, con una generosidad rayana en prodigalidad, seguía obsequiándonos con los productos de su industria.

Árboles seculares rotos pedazos; aleros arrancados; chimeneas destruidas; innumerables fragmentos de tejas esparcidas por el suelo; pretiles de puentes en los ríos… tal era la perspectiva que por doquiera se ofrecía.

No se podía transitar sin inminente peligro de ser arrastrado por el furioso viento.

Un hijo de nuestro amigo D. José Bueno, llamado Fernando, que venía con algunas personas por la carretera de Poo a Carreña y sitio del escobio, tuvo la desgracia de que volcara el vehículo a que se agarraba, por no poder ir adentro, cojiéndole debajo de las ruedas; por un verdadero milagro no tuvo este accidente fatales consecuencias, de lo que nos alegramos; sin embargo, sufrió varios golpes y contusiones, y una herida en la chueca de una rodilla, de todo lo cual se confía no tardará en curarse.

También una pobre mujer de Puertas, que llevaba sobre la cabeza una cesta de manteca en pellas, la arrojó contra el suelo el aire, sufriendo fuertes contusiones.

Por fin, el hijo de Júpiter depuso sus iras, se apiadó de nosotros y se fue con la música a otra parte.

Vaya bendito de dios.


El sábado, 12 del corriente, tuvo lugar en el pueblo de Arenas, la unión de la graciada joven María de Mestas y nuestro estimado amigo D. Mariano Niembro de Mestas, hermano del conocido y popular industrial madrileño, D. Pedro Niembro.

Después de la ceremonia nupcial, fueron obsequiados todos los concurrentes a la misma en la casa del novio, saliendo altamente satisfechos de las atenciones de que fueron objeto por parte de los jóvenes desposados.

Felicitamos a estos sinceramente, y quiera el cielo concederlos una dilatada existencia, colmada de felicidades.


También dicho día unieron su suerte la simpática pollita Clara Alonso, de Inguanzo, y nuestro buen amigo el indiano D. Francisco Noriega, de Carreña. Bendijo la unión el Presbítero D. Manuel Álvarez, siendo apadrinados por D.º Concepción Alonso, hermana de la novia, y D. Juan Alonso, tío del novio. Al Juez le representó D. José Bueno.

Después de la ceremonia, fueron obsequiados los invitados con una espléndida comida en la casa de los padres de la novia, y por la noche hubo bailes al son de los instrumentos que con hábil mano tocaban algunos músicos, al efecto contratados. Allí estaba la juventud del pueblo de Inguanzo y muchos mozos del concejo, todos los cuales fueron obsequiados por el novio.

Reiteramos la enhorabuena más cumplida a los jóvenes esposos, deseándoles toda clase de ventura en su nuevo estado.


El día 20 del que rige embarcarán en Santander varios jóvenes de este concejo, con dirección a Méjico. También regresará a dicha metrópoli, en el mismo vapor que los anteriores, nuestro amigo D. Juan Bárcena.

Lleven feliz viaje, y que no tarden en volver a su patria ricos y felices.

Y por hoy… punto final.

Manolo.



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