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Inauguración de las obras de la carretera a Portilla de la Reina

El artículo transcrito aquí abajo fue publicado en el diario republicano El País (que nada tiene que ver con el actual El País del grupo Prisa), el domingo 8 de octubre de 1916, nº 10.617.

En las montañas de Asturias
Inauguración de una Carretera

Cuando llegamos hace pocos días a Arenas de Cabrales, el ingeniero representante del Gobierno, D. Rafael Gallego, el elocuente orador D. Eduardo Barriobero, el gran Pedro Niembro y los periodistas madrileños, el pueblo nos recibió con música, cohetes y vivas a Niembro.
El automóvil tuvo que detenerse en la entrada del pueblo para que los expedicionarios recibieran la más tierna bienvenida que hemos presenciado. Un grupo de niños y niñas, vestidos de gala y con ramos de flores, cantaban un himno de alabanza para Pedro Niembro y los que con él llegaban a aquellas tierras, como avanzadas de civilización.
¿Por qué era todo esto? ¿Por qué tanta alegría? Porque al fin, después de veintitrés años de calvario iba a inaugurarse la carretera de Arenas de Cabrales, en Asturias, a Portilla de la Reina, en León.
¡Veintitrés años de espera! Pobres pueblos españoles abandonados de toda protección, aislados del mundo, viviendo allí en las montañas, incomunicados por la nieve, sin amistades verdaderas, muertos de hambre y de frío. Así está media España, así están todos los pueblos que no tienen la suerte de contar con protectores poderosos o con diputados influyentes.
Los pueblos a quienes va a favorecer esta carretera votan en las elecciones y pagan sus tributos, pero no habiendo podido sacudir el yugo de la esclavitud, el diputado no se acuerda no se acuerda de ellos y el Gobierno no sabe ni que existen en el mapa.
El papel de redentor de aquellos infelices estaba reservado a nuestro querido amigo Pedro Niembro, a quien la fortuna acaba de proporcionar la dicha más grande que puede apetecer el hombre, y nosotros, que conocemos su vida de lucha en la industria y en la política, que hemos visto correr(?) todos los temporales en el embravecido mar de las pasiones, de las envidias y de las mil dificultades con que tropiezan siempre los que como él tienen corazón y se destacan del común de las gentes, podemos decir que lo ocurrido en Cabrales al inaugurarse tan importante carretera, supone para Niembro un gran premio a sus merecimientos y una gran compensación para todo lo que ha sufrido.
¿Qué mayor satisfacción que la de prender con su mano la mecha que hizo saltar en pedazos las piedras de aquellas montañas por donde Pedro Niembro corría cuando era un rapaz? ¿Qué mayor dicha para un padre que ver a miles de almas aclamar el hijo querido, como ha visto Niembro aclamar frenéticamente a su hijo Emilio cuando dirigía su palabra acerada, elocuentísima a aquellos sencillos labriegos faltos de pan y de justicia?
Grande ha sido el acto de inaugurar una carretera importantísima que servirá para que salgan las riquezas de todas clases que guardan las montañas asturianas y que habrá de servir de encanto a los turistas ya que aquellos parajes de los Picos de Europa, no tienen rival en Suiza ni en el mundo entero. Pero más grande y más emocionante ha sido para los que conocemos la vida de íntima de Niembro y su amor a la familia, al espectáculo incomparable de ver aclamados a un padre y a un hijo por tantas almas buenas como se reunían en el pueblo de Arenas de Cabrales.

De los pueblecitos de las montañas, por donde no hay caminos ni veredas, siendo una hazaña casi heroica el trasladarse de un punto a otro, bajaron todos los mozos con sus banderas y rebosando alegría en sus almas. Los de los otros pueblos les recibieron con jubilo, y juntas las banderas y juntos los corazones, ni cesaron de divertirse ni cesaron de dar vivas a Niembro. Las muchachas lucieron su belleza y se vistieron de gala para hacer honor a los huéspedes, y durante cuarenta y ochos horas, aquellos pueblos muertos han gozado una vida de sano placer, como prólogo de días venturosos.
Hubo banquete oficial al aire libre y admirablemente servido por una fonda llamada de los Picos de Europa, tan buena tan confortable y tan limpia como hay pocas en España, y se sentaron a la mesa, además de los representantes y personalidades ya nombrados, los Sres. D. Agapito Soberado, D. José Tarno, director de "El Eco de los Valles", Mr. James Yones, vicecónsul de Inglaterra en Bilbao, mister Richmond Lee, ingeniero inglés, los hermanos Fernández y Santiago Sierra, don Alonso Fernández, el Sr. López Dueñas, director de la Escuela de derivados de la leche, D. José López, D. Anselmo de Caso, alma del Ateneo Cabraliego, D. Antonio Iglesias, D. Vicente Prieto, los hermanos Moradiellos, D. Manuel Herrero, don Nicanor Guerra, y otros muchos que no recordamos.
No pudiendo asistir enviaron cariñosas y entusiastas cartas de adhesión el marqués de Villaviciosa, el general Burguete, D. Fermín Canella y nuestro querido director D. Roberto Castrovido.
El ministro de la Gobernación, Sr. Ruiz Jiménez, se hizo representar por Emilio, y el director de Correos y el gobernador de la provincia designaron para que les representara al jefe de Correos de Oviedo, D. Benjamín Díaz.
A la hora de los brindis, el pueblo quiso oír a los oradores, y no hubo más remedio que improvisar un mitín en la Plaza que lleva el nombre de Pedro Niembro, utilizándose como tribuna el corredor de la casa donde nació Niembro y donde aún viven sus hermanos.
Con lágrimas en los ojos por la natural emoción, habló D. Pedro Niembro a aquella multitud en que estaban mezclados muchos de los que con él corretearon de niños por las montañas.
Su discurso fue un derroche de sinceridad.
Relató sus gestiones en pro de la carretera, pidiendo los aplausos y la gratitud del pueblo para todos los que habían contribuido a la realización de tan importante obra. Él no había trabajado como político, sino como hijo de Cabrales, la tierra de su nacimiento y de sus amores. Y con este solo título y con su entusiasmo por todo lo que significa redención de los humildes y progreso de la patria, había llamado a todas las puertas y había visitado a todos los ministros lo mismo al reaccionario Ugarte que al liberal Gasset, encontrando cariñosa acogida en ellos como asimismo el conde de Romanones y D. Amós Salvador, para los cuales pidió un aplauso.
Lo mismo en su obra meritísima que en sus palabras, bien se conoce lo que en el corazón y en el entendimiento de Niembro sembraron hombres tan buenos, tan virtuosos y tan libres como Pi y Margall, Costa y Salvoechea, que lo dieron todo por el bien de su España, por el bien de la República y de la humanidad.
El efecto que el discurso de Niembro hizo en sus paisanos es indescriptible. Durante muchos minutos no cesaron de aplaudirle y de vitorearle, haciéndole llorar de alegría ante aquel desbordamiento de entusiasmo y de gratitud que aún tratan de expresar de un modo imperecedero, como homenaje al "hijo predilecto de Cabrales".
Habló después, con la elocuencia que le es peculiar, D. Eduardo Barriobero, a quien conocen y quieren con idolatría aquellos pueblos; hablaron también con acierto, el ilustre asturiano doctor Con y Tres, y el periodista madrileño Domingo Blanco, y por último dejó oír su elocuentísima palabra el concejal de Madrid Emilio Niembro.
Aunque ya le conocíamos como orador fácil y correcto, su discurso de Arenas de Cabrales, por la brillantez del estilo, por el dominio de la palabra, lo justo del ademán y el alto sentido político demostrado, le acreditan de gran orador, llamado a ocupar un honroso puesto en la gloriosa tribuna española.
Como final de aquel acto tan grandioso en su sencillez, pronunció muy discretas palabras el ingeniero Sr. Gallego, mereciendo también grandes aplausos, que se hicieron extensivos a su compañero el ingeniero encargado de dirigir los trabajos de la carretera D. Toribio F. Quiroga, el cual por su ilustración y por el entusiasmo que ha puesto en esta obra es una garantía de acierto en la construcción de un camino que habrá de servir para que todo el mundo aprecia las bellezas incomparables de las montañas asturianas.

Como si todo esto fuera poco para alegría de todos y para que los que hemos tenido la suerte de presenciarlo, conservamos un recuerdo eterno, aún hay que señalar un hecho que algunos periódicos han censurado como una nota desagradable. Nos referimos a la conducta del alcalde de Cabrales, un tal Mestas, que no quiso tomar parte en las fiestas. ¡Qué mayor satisfacción para todos que no ver al representante del odioso caciquismo en una fiesta de progreso, de fraternidad y de redención e los humildes! Nosotros creemos que ese monterilla 1., en vez de censuras merece aplausos, por haberse quedado en su casa, solo, con sus remordimientos.
La nueva carretera es la comunicación con el mundo civilizado de pueblos que vivían aislados, unas veces por las nieves, otras por la tiranía de los caciques.
Por la nueva ruta que va a pasar el progreso arrollando todos los obstáculos que se opongan a su marcha triunfal. No lo duden los cabraliegos; las piedras que ha hecho saltar la dinamita puesta por la ciencia para abrir el nuevo camino, han sepultado para siempre en aquellas tenebrosas simas, todo lo que simboliza al monterilla 1. de Cabrales.



1. Alcalde de un pueblo (despectivo). Alcalde de alguna aldea o lugar, sobre todo si es labriego o rústico (coloquial).



www.concejodecabrales.com

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